Hay algo que a menudo se subestima: el Pterigión. Quizás lo conozcas como la «carnosidad» en el ojo. Lo sé, al principio puede parecer solo una pequeña molestia o un problema estético, pero te aseguro que ignorar sus síntomas es un riesgo que tu visión no debería correr.
El Pterigión es un crecimiento benigno de tejido que se origina en la conjuntiva (la membrana transparente que recubre la parte blanca del ojo) y avanza sobre la córnea (la capa transparente frente al iris). Suelen crecer lentamente, y se asocian fuertemente a la exposición crónica a la luz ultravioleta (UV), el viento, el polvo y la sequedad ambiental.
¿Qué es el Pterigión y por qué crece en el ojo?
Imagina tu ojo como un ecosistema delicado. El Pterigión es una respuesta de ese ecosistema al daño ambiental crónico. Técnicamente, es un crecimiento fibrovascular que, al ser expuesto constantemente a factores irritantes como los rayos UV, comienza a proliferar.
Este crecimiento tiene una forma triangular y, la mayoría de las veces, aparece en el lado más cercano a la nariz. Si bien es benigno y no canceroso, el peligro real empieza cuando este tejido invade progresivamente la córnea. La córnea es tu ventana principal al mundo; es la estructura clave para enfocar la luz. Si la «carnosidad» la cubre, es inevitable que tu visión se vea comprometida.

Las molestias iniciales que señalan una alarma
Cuando el Pterigión está en sus fases iniciales, los síntomas pueden ser intermitentes o muy leves, por lo que muchos los confunden con una simple irritación o un poco de ojo seco. Pero estos son los primeros avisos que no debes desestimar:
- Enrojecimiento ocular persistente: No hablamos del ojo rojo pasajero por falta de sueño. El Pterigión suele causar un enrojecimiento crónico y localizado en la zona donde está creciendo, el cual se intensifica con el sol, el viento o el uso de pantallas.
- Sensación de cuerpo extraño o «arenilla»: Esta es una de las quejas más comunes. Sientes constantemente como si tuvieras arena, una pestaña o un pequeño objeto dentro del ojo. Esto se debe a que el crecimiento del tejido altera la superficie lisa del ojo, interfiriendo con el parpadeo natural.
- Irritación, ardor y picazón: El ojo intenta «defenderse» de la protuberancia, lo que lleva a un estado de inflamación superficial que provoca estas molestias. A menudo, esto va acompañado de un lagrimeo excesivo como reflejo para lubricar el área.
Síntomas avanzados: el impacto directo en tu visión
Si el crecimiento avanza y lo ignoras, el Pterigión deja de ser solo una molestia superficial para convertirse en una amenaza para tu capacidad de ver. Aquí es donde la consulta oftalmológica deja de ser una opción y se convierte en una necesidad urgente:
Visión borrosa y astigmatismo inducido
Este es el síntoma de mayor preocupación. A medida que el tejido invade la córnea, altera su forma perfectamente curva. Esta distorsión corneal se conoce como astigmatismo inducido. El Pterigión «jala» la córnea, cambiando su curvatura y provocando que la luz no se enfoque correctamente en la retina. ¿El resultado? Visión borrosa o distorsionada que no se corrige con lentes convencionales.
Obstrucción visual directa
En casos muy avanzados, aunque menos frecuentes hoy en día gracias a la medicina preventiva, el Pterigión puede crecer tanto que literalmente cubre el eje visual, es decir, el centro de la pupila. Esto se traduce en una pérdida significativa y permanente de la visión si no se trata a tiempo.

¿Cuándo las gotas ya no son suficientes?
La buena noticia es que el Pterigión tiene tratamiento. En las fases iniciales, la estrategia se centra en aliviar los síntomas y ralentizar el crecimiento:
- Protección absoluta contra el sol: Usa gafas de sol con filtro UV 100% (categoría 3 o 4) siempre que estés al aire libre. La protección solar es la medida preventiva y de control más importante.
- Lubricación constante: El uso regular de lágrimas artificiales alivia la sequedad y la irritación, reduciendo la inflamación.
- Antiinflamatorios (bajo prescripción): En episodios de inflamación aguda, el oftalmólogo puede recetar colirios con esteroides o antiinflamatorios para controlar el enrojecimiento y el ardor.
Sin embargo, si el Pterigión afecta tu visión (induce astigmatismo significativo) o el manejo médico ya no controla los síntomas, el único tratamiento definitivo es la cirugía.
La técnica quirúrgica más recomendada hoy en día para minimizar la recurrencia (que vuelva a crecer) es la extirpación con autoinjerto conjuntival. Esto significa que, tras retirar el Pterigión, se coloca un fragmento de tejido conjuntival sano del mismo paciente para «tapar» el área.
No permitas que una «carnosidad» ponga en peligro tu visión. Si reconoces estos síntomas, no los ignores. La rapidez con la que actúas es tu mejor defensa. ¿Hace cuánto que no te realizas un examen oftalmológico completo? Contáctanos para un chequeo ocular general en Glaucoma Lima Center.
