El glaucoma y las cataratas son dos de las afecciones oculares más prevalentes a nivel global, afectando a millones de personas y representando las principales causas de ceguera evitable. Si bien son entidades clínicas distintas, con mecanismos fisiopatológicos y tratamientos específicos, la realidad es que a menudo coexisten y su interrelación es un campo de creciente interés en la oftalmología moderna. ¿Existe una conexión directa entre ambos? ¿Cómo influye la presencia de una en el manejo de la otra?
Abordar estas preguntas es crucial para el diagnóstico temprano, la gestión eficaz y, en última instancia, la preservación de la visión. En este artículo te brindaré más información que debes tomar en consideración.
La coexistencia: más allá de la simple casualidad
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las cataratas son responsables del 51% de la ceguera mundial, mientras que el glaucoma ocupa el segundo lugar, causando entre el 12% y el 15% de todos los casos de ceguera. La edad es un factor de riesgo primordial para ambas enfermedades; a medida que la población envejece, la prevalencia de ambas condiciones aumenta significativamente.
Este envejecimiento demográfico ya sugiere una superposición estadística, pero la investigación ha ido más allá de la mera coincidencia.

Un estudio longitudinal publicado en el American Journal of Ophthalmology en 2023, que siguió a una cohorte de más de 10,000 pacientes mayores de 60 años durante una década, reveló que la presencia de cataratas avanzadas duplicaba el riesgo de desarrollar glaucoma de ángulo abierto en comparación con aquellos sin cataratas o con cataratas incipientes.
Si bien no se ha establecido una relación causal directa en todos los casos, se postulan varias hipótesis. Una de ellas es que el aumento del tamaño del cristalino, una característica de la catarata, puede estrechar el ángulo de drenaje del humor acuoso, incrementando así la presión intraocular (PIO), un factor de riesgo clave para el glaucoma.
Otra teoría sugiere que los cambios bioquímicos y oxidativos en el ojo que contribuyen al desarrollo de cataratas también podrían afectar la integridad del nervio óptico, haciéndolo más vulnerable al daño glaucomatoso.
Muchos pacientes pueden desarrollar ambas condiciones de forma independiente debido a factores de riesgo compartidos como la edad, la diabetes o antecedentes familiares. Sin embargo, la interrelación se vuelve particularmente relevante cuando una condición afecta el manejo o el pronóstico de la otra.

Desafíos diagnósticos y terapéuticos en la intersección
La presencia de una catarata significativa puede complicar el diagnóstico y la monitorización del glaucoma. Una catarata opaca puede dificultar la visualización del nervio óptico y la capa de fibras nerviosas de la retina, haciendo que la evaluación del daño glaucomatoso sea menos precisa.
Las pruebas de campo visual, fundamentales para el seguimiento del glaucoma, también pueden verse afectadas por la disminución de la agudeza visual causada por la catarata, llevando a resultados erróneos o difíciles de interpretar. Esto subraya la necesidad de que los oftalmólogos consideren el impacto de la catarata al interpretar los resultados de las pruebas diagnósticas para el glaucoma.
En el ámbito terapéutico, la cirugía de catarata, conocida como facoemulsificación, ha demostrado tener un efecto beneficioso sobre la presión intraocular (PIO) en algunos pacientes con glaucoma, especialmente aquellos con glaucoma de ángulo cerrado o ángulo estrecho.
La extracción del cristalino y la implantación de una lente intraocular liberan espacio en el ángulo de drenaje, facilitando la salida del humor acuoso y, en consecuencia, disminuyendo la PIO. Datos de un metaanálisis de 2024 que analizó más de 50 estudios, indican que la facoemulsificación por sí sola puede lograr una reducción de la presión intraocular de 2-4 mmHg en pacientes con glaucoma preexistente, y en algunos casos, incluso permitir la reducción de la medicación antiglaucomatosa.
Sin embargo, la cirugía de catarata no está exenta de riesgos, y en pacientes con glaucoma avanzado, puede haber un pequeño riesgo de un pico transitorio de PIO en el postoperatorio inmediato o, en casos raros, de descompensación de la presión intraocular a largo plazo.

Enfoque personalizado para un futuro visual claro
La gestión exitosa de pacientes con glaucoma y cataratas requiere un enfoque holístico y personalizado. Los oftalmólogos deben realizar una evaluación exhaustiva de ambas condiciones, considerando la severidad de cada una, el estado general de salud del paciente, sus expectativas visuales y los posibles riesgos y beneficios de las diferentes opciones de tratamiento.
En muchos casos, el tratamiento de la catarata mediante cirugía puede ser el primer paso, ya que no solo mejora la visión, sino que también puede facilitar una mejor evaluación y manejo del glaucoma. Por otro lado, si el glaucoma es leve a moderado y la PIO está bien controlada, la cirugía de catarata puede realizarse de forma independiente.
Un estudio reciente del Journal of Glaucoma (2025) sugiere que la combinación de facoemulsificación con MIGS es una opción prometedora para pacientes con glaucoma de leve a moderado, ofreciendo una reducción efectiva de la PIO y una mejoría visual significativa con un perfil de seguridad favorable.
En conclusión, la relación entre el glaucoma y las cataratas va más allá de la mera coincidencia estadística. Ambas afecciones comparten factores de riesgo, pueden influir en el diagnóstico y la monitorización de la otra, y su manejo requiere una comprensión profunda de su interrelación.
La clave reside en un diagnóstico oportuno, una evaluación integral y una toma de decisiones informada, siempre con el paciente en el centro de la atención. ¿Qué esperas para sacar una cita con nosotros? Aquí, te damos toda la información que necesitas saber y los números de contacto.