¿Has despertado con un ojo rojo y un dolor intenso que no te deja en paz? Es natural que pienses que se trata de un simple derrame, pero ¿qué pasa si el dolor es más fuerte de lo normal, sientes náuseas o ves halos de colores alrededor de las luces? En este caso, no estamos hablando de un «derrame» común, sino de una emergencia oftalmológica que necesita tu atención inmediata: el glaucoma agudo de ángulo cerrado.
Es crucial que sepas diferenciar entre una inofensiva hemorragia subconjuntival, lo que comúnmente llamamos derrame, y una elevación repentina y peligrosa de la presión en tu ojo. Aquí te explicaremos qué es esta condición, por qué se produce y, lo más importante, cómo actuar para proteger tu visión.
¿Glaucoma de ángulo cerrado o simplemente un derrame? Aprende a distinguirlos
Lo primero que debes entender es que un «derrame» o hemorragia subconjuntival no es una enfermedad. Es una ruptura de los pequeños vasos sanguíneos en la capa transparente del ojo, la conjuntiva. Es como un moretón en la piel: se ve alarmante, el ojo se pone rojo intenso, pero rara vez causa dolor y se resuelve por sí solo en una o dos semanas.
El glaucoma de ángulo cerrado agudo, en cambio, es una condición grave que requiere tratamiento de urgencia. Ocurre cuando el iris (la parte de color de tu ojo) se abulta y bloquea el sistema de drenaje natural del humor acuoso, el líquido que se produce y circula dentro del ojo. Cuando este líquido no puede salir, la presión en el ojo sube de forma brusca y dramática, causando un dolor insoportable y otros síntomas alarmantes.

Estos son algunos síntomas que debes buscar (señales de alarma):
- Dolor ocular severo e intenso, que a menudo se extiende a la frente y la cabeza.
- Enrojecimiento ocular mucho más marcado que un simple derrame.
- Visión borrosa repentina o disminución de la agudeza visual.
- Visión de halos o anillos de colores alrededor de las luces.
- Náuseas o vómitos, que pueden confundirse con una migraña o un problema estomacal.
Si experimentas esta combinación de síntomas, no esperes. Cada minuto cuenta. El aumento de presión puede dañar de forma irreversible tu nervio óptico en cuestión de horas, lo que podría llevarte a la ceguera permanente.
¿Por qué se produce este ataque agudo y quién está en riesgo?
La causa principal es una anatomía ocular particular. En personas con glaucoma de ángulo cerrado, la distancia entre el iris y la córnea es más estrecha de lo normal. Esto hace que el iris sea propenso a bloquear el ángulo de drenaje, especialmente en ciertas situaciones. Por ejemplo, la dilatación de la pupila puede hacer que el iris se abulte y bloquee ese ángulo.
Existen ciertos factores de riesgo que aumentan la probabilidad de sufrir un ataque agudo, como los siguientes:
- Tener más de 40 años: la probabilidad aumenta con la edad.
- Antecedentes familiares de glaucoma: el factor genético es muy importante.
- Ser hipermétrope: los ojos hipermétropes suelen tener una cámara anterior más estrecha.
Uso de ciertos medicamentos: algunos fármacos, como los antihistamínicos o antidepresivos, pueden dilatar la pupila y desencadenar un ataque en personas susceptibles.
Si te identificas con alguno de estos factores y has notado síntomas similares, es crucial que hables con tu oftalmólogo de inmediato. El diagnóstico y el tratamiento preventivo pueden salvar tu visión.

¿Qué hacer ante una emergencia oftalmológica? El tratamiento es la clave
Si tú o alguien que conoces presenta síntomas de un ataque de glaucoma agudo de ángulo cerrado, la primera y más importante acción es buscar atención médica de urgencia. Debes ir a una sala de emergencias o contactar a un oftalmólogo de inmediato. El objetivo del tratamiento es reducir la presión ocular lo antes posible. Esto se logra con una combinación de medicamentos y procedimientos:
- Fármacos: Se usan gotas, pastillas o medicamentos intravenosos para disminuir la producción de líquido y abrir el ángulo de drenaje. Un ejemplo común es la acetazolamida, un inhibidor de la anhidrasa carbónica que reduce la producción de humor acuoso.
- Tratamiento con láser (Iridotomía): El oftalmólogo utiliza un láser para crear un pequeño orificio en la parte superior del iris. Este nuevo conducto permite que el líquido fluya libremente y previene futuros bloqueos. Este procedimiento se realiza en ambos ojos, ya que si un ojo ha sufrido un ataque, el otro tiene un alto riesgo de padecerlo.
El «enemigo silencioso»: la importancia del diagnóstico temprano
Si bien el glaucoma de ángulo cerrado agudo es una emergencia, el glaucoma de ángulo abierto, la forma más común de la enfermedad, avanza de manera silenciosa y sin síntomas notorios hasta que el daño es avanzado. Por eso, el glaucoma es conocido como el «enemigo silencioso de la visión».
La única forma de detectarlo a tiempo es a través de exámenes oftalmológicos regulares. Tu médico revisará tu presión intraocular y evaluará el estado de tu nervio óptico. Si eres mayor de 40 años o tienes factores de riesgo, es vital que te realices un chequeo anual. No subestimes el poder de un examen de rutina. Es tu mejor defensa contra la ceguera por glaucoma.