La salud visual de la niñez y la juventud peruana enfrenta una crisis silenciosa, acelerada por la digitalización de la vida cotidiana. Lo que expertos en oftalmología han denominado la «epidemia digital» de miopía ya no es una advertencia, sino una realidad palpable con cifras que exigen una intervención urgente.
La miopía, o la dificultad para ver objetos lejanos, es mucho más que un error refractivo común; su progresión puede derivar en condiciones graves como el desprendimiento de retina o el glaucoma en la edad adulta.

Cifras alarmantes: la miopía en la infancia peruana
El panorama en Perú es preocupante, con datos oficiales y de entidades de salud que señalan un aumento significativo en la prevalencia de errores refractivos en edades tempranas.
Según información del Ministerio de Salud (MINSA), el 40% de los casos de miopía se inician en menores de 18 años, una tendencia que se espera aumente debido al uso excesivo de dispositivos electrónicos (celulares, tablets). Complementando esta data, especialistas de EsSalud han advertido que la prevalencia de miopía en niños ha crecido drásticamente: antes la padecían 3 de cada 10, y hoy son 7 de cada 10 niños peruanos.
Esta escalada se ha agudizado tras la pandemia, un periodo donde el tiempo de uso de internet en niños de 6 a 11 años se disparó de un 41.1% a un 69.8%, según el INEI, creando el caldo de cultivo perfecto para la progresión miópica. De hecho, el Instituto Nacional de Oftalmología (INO) ha señalado que uno de cada tres escolares tiene discapacidad visual severa debido al uso excesivo de dispositivos electrónicos, lo que subraya la correlación directa entre el mundo digital y la salud ocular infantil.
El vínculo semántico: pantallas, exterior y progresión miopía
La ciencia oftalmológica moderna es categórica: el tiempo prolongado en tareas de visión cercana (especialmente a distancias menores a 30 cm) y la falta de exposición a la luz solar natural son los principales factores ambientales de progresión miópica. La luz natural al aire libre estimula la producción de dopamina en la retina, un neurotransmisor que se ha demostrado que inhibe el crecimiento descontrolado del ojo, lo que previene o ralentiza la miopía.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y diversas sociedades de oftalmología pediátrica coinciden en la recomendación de que los niños y jóvenes pasen al menos 90 a 120 minutos diarios (2 horas) al aire libre, sin importar si está nublado, ya que la intensidad de la luz exterior es crucial. Este es un factor más poderoso en la prevención que la simple limitación del tiempo frente a la pantalla en interiores.

Estrategias validadas para el control de la miopía
Para el control efectivo de esta epidemia, es fundamental pasar de la simple corrección (lentes convencionales) a la estrategia de control de la progresión, especialmente en niños donde la miopía tiende a aumentar rápidamente.
- Manejo farmacológico (atropina en baja dosis): Bajo estricta supervisión oftalmológica, la aplicación de gotas de atropina en baja concentración es un tratamiento de probada eficacia a nivel mundial para ralentizar la progresión de la miopía en niños. Este tratamiento actúa directamente sobre los receptores del ojo para modular su crecimiento.
- Terapia con lentes especializados: Existen lentes oftálmicos (de contacto o de montura) con diseños periféricos que corrigen la visión central, pero que proyectan la luz en la retina periférica de una manera específica, logrando una señal de «detención» del crecimiento del ojo.
Un examen oftalmológico completo por un especialista, preferiblemente antes de los 5 años y anualmente durante el crecimiento escolar, es el pilar para interceptar el problema y aplicar las terapias de control antes de que la miopía se convierta en una miopía magna (más de 6 a 8 dioptrías) con alto riesgo de patología retiniana en la edad adulta.