Si has recibido un diagnóstico de glaucoma, es natural que te sientas abrumado y lleno de preguntas. Y si tu oftalmólogo ha mencionado la posibilidad de una cirugía, es probable que un escalofrío te recorra la espalda. El miedo a lo desconocido, a los riesgos y a los resultados, es una barrera común para muchas personas. Permíteme decirte algo: ese miedo es completamente válido, pero no tiene por qué ser la última palabra.
Mi objetivo hoy es acompañarte en este proceso y proporcionarte la información precisa y clara que necesitas para tomar una decisión informada, sin el pánico o la desinformación que a menudo se encuentra en línea. Vamos a desmitificar los riesgos de la cirugía de glaucoma y a entender por qué, en muchos casos, es el mejor camino para preservar tu visión.

Entendiendo la cirugía de glaucoma: más allá de los miedos
La primera y más importante pregunta que debes hacerte es: ¿qué busca realmente la cirugía de glaucoma? La respuesta es simple: reducir la presión intraocular (PIO). Recuerda que esta enfermedad es silenciosa y daña el nervio óptico de manera progresiva, generalmente debido a una PIO elevada. Las gotas oftálmicas son la primera línea de tratamiento, pero cuando estas no son suficientes para controlar la presión, la cirugía se convierte en la opción más efectiva.
Existen varios tipos de cirugía, y la elección dependerá de tu tipo específico de glaucoma y la valoración de tu médico. La trabeculectomía es una de las más conocidas. En este procedimiento, el cirujano crea un nuevo canal de drenaje en el ojo para que el humor acuoso (el líquido dentro del ojo) pueda salir más fácilmente, disminuyendo así la PIO.
Otras técnicas incluyen la implantación de dispositivos de drenaje, como la válvula de Ahmed, o procedimientos menos invasivos como la trabeculoplastia láser selectiva (SLT), que usa un láser para mejorar el drenaje natural del ojo.
El miedo a que «algo salga mal» es universal. Pero, ¿qué dicen las estadísticas y los expertos? Las cirugías de glaucoma son procedimientos altamente estandarizados y con altas tasas de éxito.

Mitos vs. realidad: los riesgos reales de la cirugía
Vamos a enfrentar de frente los riesgos y a separarlos de los mitos. El temor más común es la pérdida de la visión. La verdad es que, en manos de un cirujano experimentado, las complicaciones graves son raras. El propósito de la cirugía es precisamente lo contrario: proteger y preservar la visión que aún tienes. A continuación, los riesgos potenciales, pero manejables, incluyen:
- Infección: que es un riesgo en cualquier tipo de cirugía. Se maneja con antibióticos y, en el caso de la cirugía ocular, se toman estrictas medidas de esterilización para minimizar la probabilidad.
- Hemorragia: puede ocurrir, pero los cirujanos están preparados para gestionarla. Las hemorragias graves son muy poco frecuentes.
- Cataratas: un pequeño porcentaje de pacientes puede desarrollar cataratas más rápidamente después de una cirugía de glaucoma. La buena noticia es que las cataratas son tratables y se pueden remover con una cirugía posterior.
- Hipotonía: que es una presión intraocular demasiado baja, que a veces requiere un manejo adicional por parte del médico.
Es crucial entender que la mayoría de estos riesgos son temporales y se resuelven con el seguimiento médico adecuado. Tu oftalmólogo te explicará en detalle los riesgos específicos para tu caso y cómo se gestionarán. La clave es el seguimiento postoperatorio. Las citas de control son tan importantes como la cirugía misma para asegurar una recuperación exitosa.
¿Y qué hay de la calidad de vida?
Muchas personas se preocupan por el tiempo de recuperación y si podrán volver a su rutina normal. La mayoría de los pacientes pueden retomar sus actividades cotidianas relativamente rápido, siguiendo las indicaciones de su médico. Deberás evitar levantar peso, inclinarte bruscamente o frotarte el ojo durante un tiempo, pero estas son precauciones temporales.
A largo plazo, una cirugía de glaucoma exitosa puede significar una reducción significativa o la eliminación de las gotas oftálmicas diarias. Esto no solo mejora la comodidad, sino que también libera a los pacientes de la constante preocupación por las dosis y los posibles olvidos. Se traduce en una mayor libertad y tranquilidad, permitiéndote disfrutar más de la vida sin la carga constante del tratamiento.
La decisión de operarse es personal y debe tomarse en conjunto con tu oftalmólogo, quien es tu mejor aliado. No permitas que el miedo a lo desconocido o la desinformación te impidan tomar la decisión que podría salvar tu visión. Pregunta todo lo que necesites, busca una segunda opinión si lo consideras necesario y confía en el proceso. La ciencia y la experiencia están de tu lado.