Si alguna vez has escuchado la palabra glaucoma, probablemente la asocies con una enfermedad silenciosa que avanza sin síntomas hasta que ya es tarde. Y, en muchos casos, es cierto. Pero ¿qué pasaría si te dijera que existe un tipo que no solo es agresivo, sino que puede manifestarse de forma repentina y dolorosa, poniendo en grave peligro tu visión? Estoy hablando del glaucoma neovascular, una variante poco común pero extremadamente peligrosa.
No se trata solo de la presión ocular, sino de una cascada de eventos que destruyen el nervio óptico y pueden llevar a la ceguera total si no se actúa con rapidez. Por eso, mi objetivo hoy es que entiendas qué es el glaucoma neovascular, por qué es tan peligroso y, lo más importante, cómo podemos prevenirlo y tratarlo.

¿Qué es el glaucoma y neovascular y por qué es tan peligroso?
Para entender el glaucoma neovascular, primero tenemos que hablar de su causa principal: la neovascularización. En términos sencillos, esto significa la formación de nuevos vasos sanguíneos anormales en el ojo.
Lo normal es que nuestro ojo tenga una red de vasos sanguíneos bien estructurada que lo alimenta. Sin embargo, en algunas condiciones, como la retinopatía diabética o la oclusión de la vena central de la retina, el ojo no recibe suficiente oxígeno. Como respuesta, el cuerpo intenta crear nuevos vasos sanguíneos para compensar.
El problema es que estos nuevos vasos sanguíneos no son normales. Son frágiles, crecen de forma desordenada y, lo peor de todo, se forman en el iris y en el ángulo de drenaje del ojo. Aquí es donde se vuelve tan peligroso. El ángulo de drenaje, también conocido como la malla trabecular, es el sistema de filtración del ojo que permite que el humor acuoso salga del ojo. Cuando estos vasos sanguíneos anormales crecen en esta zona, forman una especie de «telaraña» que bloquea por completo el drenaje.
¿Cómo saber si estás en riesgo? Síntomas y diagnóstico
El glaucoma neovascular no es silencioso. De hecho, a menudo se manifiesta con síntomas muy claros que no debes ignorar. Estos pueden incluir:
- Dolor ocular intenso y repentino.
- Visión borrosa o disminución de la agudeza visual.
- Enrojecimiento severo del ojo.
- Hinchazón o edema corneal (el ojo se ve opaco).
- Aparición de nuevos vasos sanguíneos visibles en el iris.
Aquí el especialista utilizará un oftalmoscopio para examinar el fondo del ojo, buscando signos de la retinopatía diabética o la oclusión de la vena central de la retina. También se realizará una gonioscopia, un examen especializado que permite ver el ángulo de drenaje del ojo.

¿Cuáles son las causas principales del glaucoma neovascular?
La causa más común de glaucoma neovascular es la retinopatía diabética proliferativa. La diabetes mal controlada daña los vasos sanguíneos de la retina, lo que lleva a la falta de oxígeno y, finalmente, a la neovascularización. Otra causa importante es la oclusión de la vena central de la retina. Esto ocurre cuando la vena principal que drena la sangre de la retina se bloquea, causando una acumulación de líquido y una falta severa de oxígeno.
Entender esto es fundamental para la prevención. Si tienes diabetes, la mejor manera de prevenir el glaucoma neovascular es mantener un control estricto de tus niveles de azúcar en sangre. Visita a tu oftalmólogo regularmente para que examine tu retina en busca de signos tempranos de retinopatía diabética. Del mismo modo, si tienes factores de riesgo para la oclusión de la vena de la retina, como hipertensión o colesterol alto, es crucial que los controles adecuadamente.
Con todo este contexto, es bueno resumir que el glaucoma neovascular es una condición grave que requiere una acción inmediata. El mensaje que quiero dejar claro es este: si tienes diabetes o has sido diagnosticado con una oclusión de la vena retiniana, no subestimes el poder de los exámenes oculares regulares y el control de tu salud general.