Cómo se trata glaucoma de ángulo abierto láser gotas cirugía

El glaucoma de ángulo abierto es la forma más común de glaucoma y, según el National Eye Institute, “suele avanzar de manera silenciosa durante años”, porque el aumento de la presión intraocular no genera síntomas al inicio. Por eso, cuando se detecta, el objetivo principal del tratamiento es claro: reducir la presión dentro del ojo para frenar el daño del nervio óptico. No existe un método que “cure” el glaucoma o recupere la visión perdida, pero sí hay opciones muy efectivas para evitar que siga avanzando.

Las tres vías de tratamiento más usadas en el mundo son gotas oftálmicas, tratamiento con láser y cirugía. Estas opciones no compiten entre sí; suelen combinarse según la etapa de la enfermedad, la respuesta del paciente y la tolerancia a cada intervención. La Glaucoma Research Foundation señala que muchos pacientes comienzan con gotas, pero el láser y las cirugías mínimamente invasivas han ganado protagonismo en los últimos años por su eficacia y menor carga diaria de tratamiento.

Gotas para glaucoma: la primera línea de tratamiento

Las gotas para glaucoma suelen ser el primer paso porque permiten controlar la presión de forma continua. El NEI explica que funcionan de dos maneras: disminuyendo la producción de humor acuoso o mejorando su drenaje natural. Los grupos más utilizados son los análogos de prostaglandinas, betabloqueadores, inhibidores de la anhidrasa carbónica y agonistas alfa.

Los análogos de prostaglandinas —como latanoprost o bimatoprost— suelen ser la primera elección porque solo requieren una aplicación al día y logran reducciones significativas de la presión. Diversas guías clínicas, como la de GuíaSalud España, señalan que este grupo “presenta la mejor combinación entre eficacia y comodidad”. Los posibles efectos secundarios incluyen enrojecimiento, leve irritación y, en algunos casos, cambios en el color del iris con uso prolongado.

Los betabloqueadores, como timolol, son muy eficaces para reducir la producción de líquido, pero el médico debe evaluar condiciones respiratorias o cardíacas antes de recetarlos. Los inhibidores de la anhidrasa carbónica y los agonistas alfa se utilizan cuando se busca un efecto adicional o cuando el paciente no tolera las otras opciones. El punto crítico es la adherencia: la American Academy of Ophthalmology recuerda que “la falta de uso regular reduce el efecto del tratamiento y acelera el daño visual”.

Láser y cirugía: opciones cuando las gotas no alcanzan

Cuando las gotas no controlan la presión lo suficiente o cuando el paciente prefiere evitar el uso diario de medicación, el láser se vuelve una alternativa muy valiosa. La técnica más utilizada hoy es la trabeculoplastia selectiva con láser (SLT), recomendada por la Glaucoma Research Foundation como “una opción segura, repetible y tan efectiva como varios medicamentos en ciertos pacientes”. La SLT actúa sobre la malla trabecular —el sistema de drenaje natural— estimulando procesos celulares que mejoran el flujo del humor acuoso. Se realiza en consultorio, no duele y permite al paciente retomar actividades casi de inmediato. Su efecto puede durar entre 1 y 5 años, según informes comparativos revisados por Cochrane.

Otra técnica más antigua es la trabeculoplastia con láser de argón (ALT). Aunque efectiva, es menos utilizada porque genera más cambios térmicos en el tejido, lo que limita su repetición. En casos seleccionados, también se usa la ciclofotocoagulación, que disminuye la producción de líquido actuando sobre el cuerpo ciliar, aunque se reserva para glaucomas más complejos por su perfil de riesgo.

Si la presión sigue subiendo o la enfermedad está avanzada, se considera la cirugía. La trabeculectomía sigue siendo el “estándar de oro” en muchas guías, ya que crea una nueva vía de drenaje en la esclera para liberar el exceso de líquido. Sin embargo, implica un proceso de recuperación más largo y riesgo de infección, cicatrización excesiva o filtración excesiva.

Otra alternativa son los implantes de drenaje (tubos o válvulas), que funcionan como canales artificiales para regular el flujo del humor acuoso. Y en los últimos años han surgido las cirugías mínimamente invasivas de glaucoma (MIGS), que ofrecen tiempos de recuperación mucho más cortos, aunque la reducción de presión es moderada, por lo que se usan más en glaucomas leves o moderados.

En suma

El tratamiento del glaucoma de ángulo abierto no es igual para todos: se adapta al grado de daño, a la presión objetivo, a la respuesta de cada ojo y al estilo de vida del paciente. Lo más importante es mantener un control continuo y no dejar el tratamiento sin indicación médica. Con el enfoque adecuado, es posible conservar la visión y evitar la progresión de la enfermedad durante años.

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